La vida en un crucero de lujo.

 

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Recién estamos regresando de vacaciones a bordo de un crucero majestuoso. El Costa Romántica, que partió desde Buenos Aires hasta Río de Janeiro. Escalas en Punta del Este, Imbituba, Porto Belo, Santos. Esto permitió conocer Florianópolis, Blumenau y Sao Paulo a través de circuitos especiales. Gran experiencia, lo reconozco. Vivir 9 días a bordo de uno de estos colosos del mar constituye toda una aventura. Muy social, por cierto. Se comparte todo con otras 1.600 personas más, sin contar que buena parte de los 500 tripulantes encargados de las funciones a bordo también participan del proceso contractual con los pasajeros. Especialmente los equipos de animación, entrenadores, artistas, camareros, cocineros. Y el capitán, encargado de la recepción oficial y despedida, más algunas fotos tomadas en estos actos con él, que luego son adecuadamente comercializadas para tener un «souvenir oficial».

Este barco tenía 220 metros de eslora, largo, y 31 de manga, ancho. Desplazaba 53.000 toneladas a una velocidad de 19,5 nudos (unos 38 km/h), tenía 11 puentes y 2 piscinas. Un teatro para 400 espectadores, casino, centro de conferencias, capilla, muchos bares, un restaurante para 500 personas, un buffet con terraza en popa, varios salones y salas de reuniones, juegos, biblioteca, guardería infantil, discoteque con DJ, oficinas de información las 24 horas. Grupos musicales animaban las veladas bailables en dos salones simultáneos, y en otro para acompañar el cóctel. En fin, todo un mundo a flote surcando el océano. Actividades a cada momento, todo muy bien organizado, sin respiro si uno quisiera participar de todos los eventos. Para acostarse agotado después de la jornada. Y más obeso, gracias a las suculentas comidas servidas practicamente en 18 de las 24 horas. No es posible mantenerse al margen de la ingestión de auténticas exquisiteces. Especialmente en el restaurante a la carta que tenía características de comida de chef.

A pesar de ser un barco italiano, gran parte del equipo de servicio era de origen filipino. Más algunos latinoamericanos. Esto provocaba situaciones algo curiosas, ya que los orientales, teniendo muy buena disposición general y gran gentileza, entendían la mitad de las cosas o completamente al revés. Lo que provocaba evidente descontento de los argentinos, siempre exigentes y en gran número dentro del crucero.

Hicimos un par de buenas amistades. Gente que empatizó con nosotros de manera especial. Logramos el propósito de conocer otras sensibilidades, diferentes puntos de vista, matices culturales diversos, enfrentarnos a la novedad de un claustro dedicado al placer y la diversión, a crear una atmósfera algo mágica que te contagia. Al final, hay una velada emoción por tener que abandonar ese mundo recién descubierto. Es la poderosa atracción de los cruceros. Muchos de los pasajeros habían ya perspectiva.JPGrealizado uno de estos viajes. Y repetirlo no cansa. La gran diversión está en el barco mismo, más que los lugares visitados que se pueden recorrer yendo a ellos por otros medios. Desde el barco se tiene otra perspectiva de la geografía, un ángulo fotográfico que no entrega mirar desde la costa. Cada partida o llegada a puerto es un espectáculo único.

Digno de ser considerado para una próxima vacación.

2 Respuestas a “La vida en un crucero de lujo.

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  2. Hacer viajes en cruceros de lujo es la meta por la que trabajo duramente en mi negocio

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