Comelibros 2023

Un año bastante leído. En enero comencé con Vivencia Vivida, una novela erótica pseudo autobiográfica de un escritor residente en Pucón: Juan Carlos Labarca. Pudo sacarle más provecho a este interesante tema para quienes les gusta el género. Para completar, siguiendo el impulso, Cuentos, Historias y Fábulas del Marqués de Sade, entretenidas y picantes. El mes terminó con Templarios, de José manuel Morales, con un interesante punto de vista al respecto. En febrero, seguí con este tema, Los Templarios y el Secreto de las Catedrales, de Mariano F, Urresti, un apasionante aproximación a su gran secreto. Marzo fue más clásico. Primero, con La Abadía de Northanger, de Jane Austen, una novela rosa del año 1800, juvenil. Luego Los Santos Inocentes, de Daniel Delibes, muy español, pero novedoso. En abril, las Memorias, de Napoleón Bonaparte, escritas por él mismo, fueron un documento necesario para quienes, como yo, admiramos su vida y obra. El Club de la Buena Estrella, de Amy Tan, con una entretenida historia de cuatro mujeres mayores chinas. Mayo comenzó con El Italiano, de Arturo Pérez Reverte, gran novela sobre un episodio bélico poco conocido de la II GM. Mayo y junio fueron meses de Fernando Villegas, con la Torre de Papel, interesante análisis sobre escritores y libros en su estilo, muy ilustrado e irónico. Julio César, orientado a los jóvenes, para acercarlos a este gran romano. Encontré demasiados errores de edición. Lástima. Al final, Envejezca o Muérase, sátira negra sobre la vejez. Una cínica manera de enfrentar el ocaso de la vida. En julio, Piel de Zapa, de Honorato de Balzac. Revisar un clásico de verdad es siempre conveniente para lectores de cierto nivel intelectual. Soon Come, de Hector Ducci Budge, un médico escritor que se luce con esta entretenida novela en Jamaica. Agosto comenzó con El Pintor de Batallas, de Arturo Pérez Reverte, novela dura, siniestra y cruel. Después Tsunami, de F. Villegas, interesante, pero otra vez con fallas en la impresión, ¿no hay revisión de maqueta, Fernando? Llegó a mis manos, en septiembre, Mansfield Park, de Jane Austen, con este drama familiar inglés del siglo XIX. En octubre, La Peste Blanca, de un antiguo colega pneumotisiólogo de Valparaíso, Juan Bombín Franco, fue una entretenida novela sobre la TBC en el Sanatorio San Roque. Cristián Gazmuri me ilustró de El «48» Chileno, documento histórico sobre la influencia de la Revolución de 1848 en Francia sobre igualitarios, reformistas, radicales, masones y bomberos en Chile. Pecado Papal, de Garry Willis, un interesante estudio sobre errores de Opio IX y la Iglesia de los siglos XIX-XX. Fabiola Leighton Cabrera con Rômbin, fue una novela familiar intensa y sufriente, un buen proyecto, pero no mucho más. Después, La Carta Esférica, otra vez A. Pérez Reverte, un autor preferido en mis lecturas, con esta novela trepidante, muy ilustrada y docta en su tema. La Historia Miente, de Erich von Däniken, otro aporte a lo desconocido según los puntos de vista de este autor. Ya cerré el año con La Quinta Mujer, de Henning Mankell, novela de crímenes al estilo sueco. Insurrección, de F. Villegas, abre una puerta hacia un futuro incierto de nuestro país, tema no resuelto. Robin Sharma, texto de autoayuda, valioso para entender el liderazgo, El Líder que no tenía Cargo. Terminé el año con la re-lectura de Origen, de Dan Brown. La había leído en 2017 y fue un agrado repasarla.

Hasta el próximo año, queridos lectores.

Mi nueva novela: EL ENIGMA DEL ANFORA DE PIEDRA.

Ya se ha editado esta entretenida novela que relata una bella y movida aventura de una pareja de intrépidos jóvenes profesionales. El interior de El Loa, con sus atracciones naturales únicas y bellos caseríos, se presenta como marco de fondo del tema principal de la obra: la búsqueda de una misteriosa herencia.

Está disponible en Mercado Libre o en forma directa en cicalmo@gmail.com

Les aseguro un gran momento de lectura y múltiples recuerdos para los que han viajado a la zona, y si no lo han hecho, un fuerte estímulo para hacerlo.

La imagen de la portada destaca el campanario de San Lucas en Toconao y al volcán Láscar en la cordillera. Una gran locación de gran belleza en medio del desierto, a la vera de San Pedro de Atacama y el inmenso salar.

Comelibros 2022

Un nuevo año de lecturas, algo más débil que otros años debido al tiempo dedicado a escribir mi propia novela, lo cual implica dedicación y trabajo, dejando menos tiempo para lecturas de entretención. Pero igual, este hábito es adictivo y no se puede dejar de lado así no más.

Un ejemplar que tenía dormido en mi biblioteca lo ataqué al comienzo del año. SPQR, de Mary Beard, historia del primer milenio del Imperio Romano, muy ilustrativo y controversial. Muy interesante, en todo caso, sobre todo a quienes gustan de la literatura histórica, como es mi caso. Después Las Ninfas, de Francisco Umbral, más que una novela, un relato íntimo de adolescentes provincianos. Literario, nada más. La otra mujer, de Roberto Ampuero, es una buena novela que valió la pena re-leer este año. Otra vez estudiando el tarot con El Tarot paso a paso, de Marianne Costa, encontré un buen documento sobre la historia del Tarot. En Los galeses de Nueva Imperial, libro escrito por mi hijo sobre sus antepasados galeses asentados en Nueva Imperial y los demás colonos, pude conocer en detalle la vida en esa desconocida colonia formada en la Araucanía. Con Los hombres del Norte, de John Haywood, me encontré con mis antepasados vikingos, los normandos. Indispensable para entender sus correrías y conquistas dentro y fuera de Europa. Francisco Hervé me entretuvo con su historia Soy Jemmy Button, el salvaje, interesante historia sobre el fueguino llevado a Inglaterra por Fitz Roy con la intención de educarlo. La gran escritora española Julia Navarro me deleitó con su nueva novela Dime quién soy, llena de suspenso, como acostumbra en sus libros. Donald Thomas me entregó un significativo conocimiento sobre el heroico capitán Cochrane, héroe desconocido para nosotros en profundidad, pero para los ingleses es el segundo después de Nelson. Llegó el momento de volver a un clásico, como fue El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, de Miguel de Cervantes y Saavedra. Se lee con una nueva mirada desde la altura de la madurez. Vivir para contarla, atractiva autobiografía del gran Gabo, Gabriel García Márquez, donde relata desconocidas aventuras de su juventud. Pablo Huneeus es bueno visitarlo de nuevo, y con Lo impensable me dejó con los nervios de punta. Otro clásico, esta vez francés, Honoré de Balzac, con Las ilusiones perdidas, gran retrato de la Belle Époque y la bohemia. Eva Perón, biografía de Alicia Dujovne Ortiz, me acercó a esos años de los comienzos del peronismo que marcaron el comienzo de la decadencia de la poderosa Argentina anterior a los años 50. Malcolm Gladwell con El clan de los bombarderos, entretuvo mis días previos a la Navidad, relatando la aventura de un grupo que quiso cambiar la historia de la guerra aérea. Una amiga doctora y escritora puconina, Sandra Queirolo (Keiro), me facilitó su última obra, Regimezzio, novedoso y bien escrito cuento para adolescentes. Por último, El economista callejero, de Axel Kaiser, notables simples lecciones para entender la Economía.

Veremos qué nos depara 2023, con la esperanza de que mi segunda novela vea la luz y la primera quede incorporada a la biblioteca de Amazon .

«Atrapado por la Red», mi primera novela.

Tengo la satisfacción de presentar a ustedes mi novela «Atrapado por la Red». Entretenida ficción inspirada en un caso real. He logrado terminar esta novela después de varios años de trabajo, llegando a la convicción que escribir en forma literaria no es lo mismo que mantener un blog o contar un cuento. Hay una disciplina diferente y un estilo convencional para expresar lo que se quiere comunicar, sin caer en lugares comunes ni faltar al orden lógico del idioma. Con la asesoría de un buen editor amigo, llegamos al final a un producto que nos dejó contentos a los dos.

Ahora falta que mis lectores se interesen por seguir adelante y adquieran un ejemplar. Eso me pondría muy feliz, no tanto por la recuperación del costo de producir un libro, que no es menor, sino por la satisfacción de poder entregar una creación original destinada al aporte de una sana entretención para todos.

He plantado árboles, he tenido hijos…me faltaba escribir un libro para completar la plenitud de la vida, según proclamaba José Martí. He aquí el libro.

Los interesados pueden comunicarse conmigo en mi email cicalmo@gmail.com para solicitar un ejemplar y ver la forma de envío a sus domicilios. Pasarán un buen rato con su lectura y sonreirán con las aventuras y desventuras de Julián Peñalorza, un protagonista fuera de lo común.

Chile, ¿un nuevo Macondo?

En 1912  el Estado estableció el ramo Educación Cívica dentro del curriculum escolar. A mí me tocó vivir esa experiencia en el 5° Año de Humanidades en 1961, cuando independiente del ámbito político, se enseñaba la estructura del Estado y la Constitución vigente. Es decir, los fundamentos de la conducta cívica de los chilenos. Nadie que terminara la educación media en nuestro país podía decir que no conociera las bases políticas del funcionamiento de la República, ya que se lo habían enseñado por obligación en los colegios. Por lo tanto, entonces, los chilenos éramos ciudadanos más o menos ilustrados en el aspecto constitucional,  fundamental para respetar el orden público y fomentar una adecuada convivencia ciudadana. Era una enseñanza técnica, alejada de proselitismos políticos, en la cual también se analizaba la evolución histórica de las constituciones de Chile, desde los primeros albores republicanos con la constitución de Carrera en 1812, la de 1828, primera como tal, de Francisco Antonio Pinto, considerada modelo para la época y base de la de 1833, que estuvo vigente hasta la de 1925, esta última vigente hasta 1980 y, a partir de ese año, la actual.

Pero en 1998, durante el gobierno de Eduardo Frei Ruiz Tagle, se suprimió esta asignatura cambiándola por una vaga orientación al alumno sobre “Formación Ciudadana”, tal vez con la intención política de alejar a las generaciones jóvenes  de la figura de Augusto Pinochet, vinculado directamente con la Constitución de 1980. Sin embargo, esta modificación al currículo escolar dejó terreno fértil para insertar el proselitismo político en los estudiantes y a consolidar una creciente ignorancia sobre el funcionamiento del Estado.

Hoy se defiende la posibilidad de una nueva Constitución para la República de Chile. Bajo la pretendida espontánea demanda ciudadana para plantear esta alternativa, como necesidad imperiosa e indispensable para el progreso de todos, culpando en forma indebida a la actual carta fundamental de todas las deficiencias sociales de hoy, se llegó a la creación de una Convención Constitucional que definiría  una nueva estructura de la Nación y establecer otras  normas de convivencia ciudadana, más de acuerdo con la realidad contingente y la modernidad, al decir de sus promotores.

Me parece muy peligroso que un pueblo desinformado e ignorante, incapaz de entender lo que está en juego para el país, sea el que fomente la necesidad de  redactar una nueva Constitución que parta de cero, ignorando nuestra historia cívica y estructura social características, y que terminaría por ser aplicada a varias generaciones futuras, quedando atrapadas dentro de la concepción política de los redactores de esas normas no compartidas ni consensuadas por todos, quedando expuesta la ciudadanía al riesgo del desarrollo de un caos social no deseado por nadie.

He tenido la oportunidad de enfrentarme a esta realidad en forma muy directa. Son muchos los jóvenes nacidos después de los 90 que he contactado a través de mis actividades cotidianas como cualquier vecino, y cuando en medio del diálogo les he formulado algunas preguntas referentes a estos temas, estos han sido los diálogos. ¿Tú estás de acuerdo con crear una nueva Constitución? Me gustaría saber tu opinión. Casi todos decían ¡sí! con énfasis ¿Por qué? Les preguntaba a continuación, “porque la actual es mala y hay que cambiarla”, me respondían. ¡Bien! – les decía – ¿y qué quieres cambiar de ella? ¿la has leído? “no”-era la respuesta general- “no la he leído nunca”. Entonces – les planteaba yo- ¿cómo quieres cambiar algo que no conoces? Si yo te dijera que deberíamos cambiar el nombre de la principal avenida de Manila, porque está mal puesto, ¿estarías de acuerdo conmigo?  “no tengo idea ni dónde está Manila, no podría opinar” – era su respuesta. Entonces  ¿cómo quieres cambiar una Constitución que no conoces? Y ahí se quedaban pensando…

Creo tener un CI sobre el promedio chileno, que es de 89 puntos, en lugar 44  del mundo. El CI aceptado como normal es entre 90-100. De ahí que los chilenos, promedio, estamos un punto más bajo que el límite inferior de la normalidad. He leído una buena parte del Borrador de la Nueva Constitución y confieso que no he entendido gran cosa. Hay mucho tecnicismo legal y una gran perorata latera que se repite en muchos artículos. A ratos, me parecía  estar leyendo  a García Márquez con su realismo fantástico. Propone crear un país inexistente, otro Macondo. ¿En eso nos llegaremos a convertir? Es evidente que los chilenos no votaremos informados, me atrevo a pronosticar que no más del 10 % leerá algo del Borrador y de estos, con suerte el 2 % entenderá lo que está leyendo. Ya se sabe que el 60 % de los chilenos no entiende lo que leen, demostrado en diferentes estudios educacionales. Por eso, esta elección será un azar, y la opción en la urna estará motivada por cualquier causa, menos por el reconocimiento del desconocido texto sometido a evaluación. No estamos preparados para digerir eso. Por lo tanto, cualquiera de las dos opciones se podría dar. Dependerá de cuál flautista de Hamelin esté mejor afinado. A ese van a seguir los ratones… con suerte, porque al otro lo seguirán los niños y ya sabemos el final de ese cuento.

El valor de ser un rotario.

      

Para ser rotario hay que ser valiente. Hay que demostrar valor para admitir y tolerar que compartiremos con personas que pudieran pensar de una manera diferente a la nuestra, pero saber respetar sus opiniones y fortalecer con ellos una relación de amistad. Valor, para ofrecer parte de nuestro tiempo de descanso y transformarlo en tiempo de servicio hacia nuestros semejantes más necesitados, en educar o acrecentar la cultura de nuestras comunidades, compartir con amigos extranjeros o, simplemente, mirar más allá de nosotros mismos. Valor y humildad, para capacitarnos en el  mundo de Rotary, adiestrarnos en sus maravillosos métodos tendientes a mejorar el mundo en que vivimos. Valor y generosidad, para desprendernos, de vez en cuando, de alguna cantidad monetaria destinada para que otros puedan acceder a solucionar carencias básicas. Valor y fuerza, para tomar el liderazgo, ser capaces de continuar la labor de los que nos precedieron y aportar nuestras propias ideas en el desarrollo de nuestros clubes. Pero ser rotario es igualmente valioso en sí mismo. Entrega la categoría de pertenecer a una de las organizaciones más respetadas del orbe. Permite crecer como persona y compartir con otros amigos unidos en el ideal de servicio. Cualquier esfuerzo o sacrificio entregado a la causa rotaria es devuelto con creces en oportunidades de gozar de un prestigio de probidad y respeto por parte de nuestras comunidades, de sentir la emoción de ver rostros agradecidos cuando se concreta un proyecto de ayuda, de tener la ocasión de tender una mano solidaria. También verse sinceramente acogido por grupos hasta ayer desconocidos, nacionales o extranjeros, pero atentos, afectuosos y contentos de poder compartir la amistad rotaria con nosotros sin preguntarnos nada, con la sola garantía para ellos de ser un rotario más. Rotary sabe abrir muchas puertas, sólo es necesario girar las manillas adecuadamente. No debemos olvidar que precio es lo que cuestan las cosas y valor es el beneficio que obtenemos con ellas. Invertir en Rotary es una verdadera ganga. Siempre obtendremos un valor inmensamente mayor a cambio de un reducido costo por poder estar allí. Un auténtico “best value”.

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Cambio de Era.

Soplan vientos de tormenta. Violentamente ha cambiado el clima en la superficie del planeta, afectando a todos por igual. Algunos territorios y países grandes, poderosos, están en medio del torbellino. Otros, más pequeños, como nosotros, con nuestros propios remolinos insignificantes, nos vamos plegando al caos universal, pero sufriendo en proporción a nuestro tamaño, los mismos momentos de angustia y falta de perspectivas claras que el resto. Cuando ellos estornudan, sin embargo, nosotros nos agripamos y muchos de los nuestros sucumben con neumonía, como consecuencia de que nuestras defensas son mucho más precarias.

Estamos cambiando de Era. Se nos vienen cambios casi de tipo copernicanos. Amenazados ya con la aparición de movimientos rupturistas de todo tipo, fuertes y organizados, no tan nuevos, pero reforzados y envalentonados. Alteraciones de nuestro lenguaje, feminismo, igualdad de género y sexual, indigenismo, naturalismo, ecologismo, animalismo, derechos humanos más allá de la lógica y el sentido común. Como si la conciencia universal hubiera enloquecido y no se visualiza cerca el siquiatra que pueda aportar la terapia adecuada.

En este pequeño territorio del sur de América también hemos caído en la tentación de involucrarnos en estos cambios revolucionarios. Pero a nuestro nivel, a nivel de barrio, donde el más fuerte se impone, donde la pichanga se juega sin leyes claras y el que golpea más se lleva la pelota. Hemos escogido en las urnas a los agentes de una renovación, jóvenes dispuestos a impulsar nuevos idealismos que, lamentablemente, se parecen mucho a los de hace más de medio siglo. Sus actuales discursos no están mostrando un intento de renovación creativa, más bien parecerían estar apuntando hacia un retroceso destructivo. Los viejos estandartes de la política fueron superados, vilipendiados y pasados a retiro por las generaciones nuevas. Su alejamiento parecería ser un avance. Pero ellos se fueron sin daño, ocultando sus rencores, bien forrados, dando la impresión de no verse afectados mayormente, con un futuro asegurado aquí o en el extranjero. Es natural, fueron la casta privilegiada del sistema anterior y podrán seguir, si así lo desearan, observando el desempeño de quienes los desplazaron, ya fuera por curiosidad o por el morboso interés de verlos fracasar. O, quizás, esperanzados de poder intentar un posible retorno.

Hemos elegido, esta vez, un presidente joven, inexperto en la alta política, premunido solamente por ideales de reforma de las viejas instituciones y muy crítico de sus desempeños históricos. Pero vemos con cierto estupor que la mayoría sus acompañantes en las tareas de gobierno son personas parecidas a él. Que ventilan idealismos trasnochados de épocas pasadas y fracasados en todas los lugares en que han tratado de ponerlos en práctica. No han vivido esos fracasos, a causa de su juventud, y tampoco parecen haber estudiado la historia. La historia, que es la verdadera escuela para entender el futuro y no caer en los mismos errores. Y vemos, además, que muchos de esos idealismos extremos se contraponen, se contradicen, no forman un todo homogéneo y eso es un impedimento para avanzar en una línea definida, sea cual sea, positiva o negativa. Las diferentes pulsiones son, en sí mismas, instrumento de fracaso. Vemos con interés cómo nuestro joven líder será capaz de sortear estas diferentes presiones, ya que cada una de las facciones querrá llevarlo hacia su molino. El bien del país se soporta en una conducción firme, con los pies bien puestos en la tierra, con el desarrollo de mejores condiciones para todos, sin espíritu de revancha, sin tratar de cambiar una casta privilegiada por otra. Es un deseo muy sentido por la población poder bajar de su pedestal a todos los políticos, hacer efectiva esa máxima que dice que el «funcionario público, y todos los políticos lo son, están elegidos para ponerse al servicio del pueblo y no para servirse del pueblo». Y, tenemos que reconocer, que precisamente esto último es lo que siempre hemos visto, con prebendas y beneficios escandalosos, casi obscenos. Viviendo en mundos paralelos alejados del resto de los ciudadanos.

No debemos olvidar que hoy la situación de los chilenos es muy diferente a la que tenían hace sesenta años, cuando el país era pobre y dependía de otros para alimentarse y sobrevivir. Yo viví esa realidad, me crié, estudié y trabajé en medio de esa pobreza. Hoy el país ha alcanzado un desarrollo que lo elevó a los bordes del primer mundo. Su condición de socio de la OCDE habla por sí mismo. Es difícil llegar a pensar que queramos descender de nuestro nivel de vida, que comulguemos con teorías sociales absurdas y retrógradas, que queramos volver a nuestra triste realidad de los años sesenta. Las utopías son precisamente eso. Idealismos alejados de la realidad. Al final, siempre la realidad terminará imponiéndose como la gran verdad que es. Realidad que hoy está presente al instante, a causa de la hiper conectividad que hemos alcanzado. Nada se escapa realmente, nada se oculta totalmente, todo está a la vista en nuestros propios celulares y al momento.

Elevemos nuestros espíritu y oraciones, de la mejor manera que cada cual desee hacerlo, para que el futuro de nuestra nación traiga progreso y bienestar a todos su habitantes, no confusión y dolor.

San Valentín: ¡que viva el amor!


El 14 de febrero es el día de San Valentín de Roma. Y también el día tradicional del amor. O de los enamorados, o de la amistad, o de los buenos sentimientos hacia otra persona. La tradición cristiana recuerda que un día como éste en la antigua Roma Imperial, Valentín moría condenado por el emperador Claudio. El castigo jabría sido instigado por funcionarios cercanos al trono como represalia porque casaba a los soldados con sus prometidas en forma secreta en las mazmorras. Allí, el santo había detectado que la hija del carcelero era bella, pero ciega. Probablemente enamorado de ella, el día de su ejecución le entregó un papel diciéndole que abriera el mensaje cuando él estuviera yendo rumbo al cadalso. Así lo hizo y milagrosamente pudo ver para leer «TU VALENTIN». Fue el mensaje póstumo del desgraciado enamorado, y este milagro fue el mérito suficiente para elevar a los altares a Valentín.red background

Si escarbamos un poco en la posible verdad histórica de esta fiesta, podríamos encontrarnos con realidades desmitificadoras de esta tierna leyenda. Primero, la comunidad cristiana de Roma en el siglo IV, cuando ya el catolicismo era la religión oficial del Imperio, a través del papa Gelasio I, consideró oportuno crear una fiesta cristiana para competir con la fiesta pagana de «las lupercales» ( de lupus, lobo o fauno) que tenían lugar el 15 de febrero y en las cuales se estimulaba la fertilidad de las mujeres golpeándolas, me imagino que amorosamente, con correas confeccionadas con pieles de cabra y perros que se sacrificaban para la ocasión. Acción censurable, sin duda, pero perfectamente aceptable según los cánones religiosos de la antigua Roma. Y que los cristianos deseaban anular compitiendo con ella con otra fiesta más aceptable. Esta astuta estrategia del cristianismo fue también practicada en tiempos de Constantino con otras festividades, como la del «Sol Invictus» y las «Saturnalias» que tenían lugar alrededor del 25 de diciembre (¿les trae algún recuerdo esta fecha?). Pero esa es otra controvertida historia que no viene al caso, más que como ejemplo, en este artículo. Em todo caso, la Iglesia sacó del calendario litúrgico este día en el Concilio Vaticano II en 1969.

Sin embargo, la costumbre ya estaba arraigada en el fervor popular y la festividad fue variando poco a poco hacia la celebración del amor y la amistad. En la Edad Media estuvo ligada al concepto del amor cortés, idealizado, romántico y caballeresco y se asoció paulatinamente al dios romano Cupido (Eros griego). Poco a poco se fue despegando de su inicio cristiano, pudiendo llegar así a regiones y países con otras religiones y costumbres que vieron en esta festividad una oportunidad magnífica para celebrar el día de los enamorados y la amistad.

Me veo en la obligación de exonerar al emperador Claudio de su presunta crueldad al condenar a muerte al noble Valentín. Claudio no persiguió a los cristianos, eso es realidad histórica, pero ya el año 50 había múltiples comunidades cristianas en Roma que entraban en pugna con comunidades judías, causando desorden y alterando la respetada pax romana. El emperador sacó un decreto expulsando a los cabecillas revoltosos. No más que eso. No hubo persecuciones a los cristianos durante el reinado de Claudio.

Me permito entregar para todos un poema que podría contribuir para adornar una gran celebración de muchos enamorados en este día.

CUPIDO

El amor golpeó a tu puerta

y yo fui su mensajero

que junto al primer «te quiero»

tu ansia dormida despierta.

He llegado para amarte

desde el país de los sueños

y vengo a comunicarte

que soy, ahora, tu dueño.

Te daré ternura inmensa,

seré fiel enamorado

del amor más deseado,

de la pasión más intensa.

Podré darte así la fuerza

de todas las rocas del mar,

y no habrá viento que tuerza

tu gran aventura de amar.

Déjate por mí seducir,

entrégate a la invitación

que en esta flecha va a salir

al centro de tu corazón.

Seré el vino y también agua,

seré la luz que te guía,

seré el calor de la fragua

que funda tu alma en la mía.

Comelibros 2021.

Año complicado de pandemia. El terror no ha pasado, pero al volver a trabajar se redujo el tempo de lectura libre del año anterior. Pero igualmente muchas páginas fueron devoradas con la fruición habitual. La lectura es uno de los placeres que no puedo dejar de lado y, aparte de la entretención que me entrega, educa mi intelecto.

En enero terminé La Agonía y el Extasis, de Irving Stone, la vida de Miguel Angel en un dramático relato de la fecunda creación de uno de los más grandes renacentistas durante 90 incansables años. La Dama del Lago (E), de Raymond Chandler, imposible no leerla en tres días, me quedé pegado, Marlowe resulta tan adictivo como Poirot. Alienígenas Chilenos, de Francisco Ortega, resulta interesante, aunque con un epílogo fuera de contexto.

En febrero, el mes se pasó leyendo La Hermana Pequeña(E), de R. Chandler, otra de Marlowe con toques de Hollywood, estrellas de cine y la maffia, El Impresor de Venecia (E), de Javier Azpeitía, graciosa novela de época con las desventuras de un impresor en la era del amanecer de la imprenta y el ardor religioso de la Italia del siglo XVI. Arsenio Lupin y la Aguja Hueca(E) , de Maurice Leblanc, motivado por la serie de Netflix que me hizo buscar las novelas de Lupin.En verdad, son inquietantes aventuras protagonizadas por un antihéroe al estilo de Cagliostro.

En marzo, El Pez en el Agua, memorias de Mario Vargas Llosa, es la apasionada versión de una crónica política del laureado escritor peruano. Su aventura electoral y los recónditos círculos de la trastienda política universal, porque el Perú sólo aparece aquí como una muestra más de fenómenos generalizados. La Condesa de Cagliostro (E), otra de Leblanc y Lupin, primera novela de la saga, aunque escrita mucho después. Sobre la Amistad (E), de Cicerón, para variar un poco entrando en la obra de un filósofo antiguo que parecía conocer profundamente al hombre.

En abril. consumí todo el mes en leer El Kilim de la Princesa (E), último libro de la saga sobre el Grial de Peter Berling. Lo encontré algo confuso y con poca relación con los otros libros anteriores. Ya en mayo volví a trabajar y se redujo el tiempo disponible para leer. El Rey del Salitre que Derrocó a Balmaceda, de Guillermo Parvex, me impresionó como un gran documento de valor histórico. Sobre Héroes y Tumbas, de Ernesto Sábato, encontré aquí un duro relato sobre una realidad medio mágica en la Argentina peronista.

Junio empezó con Demonio, última novela policial de Roberto Ampuero, basada en la realidad chilena actual, cruda y veraz, un verdadero documento acusatorio y revelador. Para liberarse un poco, Arsenio Lupin, Caballero Ladrón (E), de M. Leblanc, serie de aventuras cortas de este genial ladrón casi invencible, caballeroso y formal. El Largo Adiós (E), otra de R. Chandler y Marlowe. Los meses de invierno pasaron leyendo El Príncipe de la Niebla (E), primera novela de Carlos Ruiz Zafón dedicada a un público juvenil, algo ingenua, bien escrita. Buena para conocer sus comienzos como escritor. Playback (E), de Chandler, trajo al duro Marlowe otra vez a escena. Pasando un poco a lo cultural, Mitología Clásica, de A.R.Hope Moncrieff, fue un remanso intelectual en un tema siempre apasionante.

En Agosto, El Libro de lo Inexplicable, de Jacques Bergier, fue un tema de re-lectura. Es interesante saber cómo fueron explicadas posteriormente algunas evidencias insólitas encontradas en la tierra. Luego, en Septiembre, El Angel de la Oscuridad, de Caleb Carr, puso los nervios de punta en esta continuación de El Alienista. Ya en Noviembre, El Café, de Marc Pendergrast me entregó algunas claves para entender la historia de la comercialización del café y la guerra comercial en torno al grano mágico. Continuamos con Rebelión en la Granja, clásico de George Orwell ilustrando la historia de las tiranías y de los regímenes totalitarios. Los dos últimos relatos de Marlowe, El Confidente y El Lápiz, terminaron con la saga de R. Chandler.

Diciembre terminó con Joaquín Barañao y sus excelentes libros Historia Universal Freak I-II. Muy ilustrativas, entretenidas, curiosas y sorprendentes anécdotas en medio del devenir del mundo.

Fueron 26 textos, suficientes para decidir nombrar al año como bien leído. Feliz Año 2022.

Parloteos pajariles: El país más surrealista: Chile.

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  • Tucón: ¡Hola mi pajarita! Veo que ya te repusiste de tus andanzas eleccionarias pasadas. Te vuelvo a ver fresquita y recién peinada.
  • Mayita: ¡Ay Tucón! La verdad es que cuesta reponerse después de tanta parafernalia. Fui a darme una vuelta a un lugar de votación, me paré en el techo para no llamar la atención, y observé gran afluencia de público. Al menos, grandes tumultos a eso de mediodía. Pensé: esta elección va a ser más activa y numerosa que todas las más recientes. Craso error, amigo mío, votó apenas el 47 % de los chilenos, menos de la mitad, como siempre. Hay medio Chile que no participa y no ejerce el único derecho irrefutable e inviolable que tienen todos los ciudadanos para manifestar su posición frente a la obligada política que los debe gobernar sí o sí, lo quieran o no, y decidir lo que más le conviene a cada uno. Entregan ese derecho a los otros que votan y que pueden no representar su verdadero interés. Más que surrealismo, lo considero una estupidez.
  • T.: Verdad. Pero las aglomeraciones se debieron a falta de orden y planificación del evento. Una caseta por mesa retrasaba enormemente el proceso, según me contaron. Y el tamaño exagerado de los votos hacía torpe y demoroso el proceso mismo de emitir la preferencia. No costaba nada hacer el proceso en dos días, por qué no.
  • M.: Lo que sí es surrealista y en grado superlativo, es el hecho que había un candidato que no estaba en Chile, que no estuvo nunca haciendo campaña presencial, que no participó en los debates, que hacía todo en manera virtual y a distancia desde Estados Unidos, ¡y salió tercero en las preferencias! Digno del mejor de los análisis, ya que algo significa detrás de esta insólita situación.
  • T.: Por eso te hablo de surrealismo. Aquel movimiento artístico que se desarrolló en Europa después de la Primera Guerra Mundial en el cual los protagonistas crearon imágenes oníricas, irreales, distorsionadas de la realidad, aunque técnicamente perfectas, aparentemente surgidas desde el subconsciente. Esta realidad desconcertante e ilógica fue revolucionaria en esa época.
  • M.: Si, y tan revolucionaria que se identificó después con la revolución comunista, cuando su creador, el escritor francés André Breton, se incorporó a esa concepción política. Claro, no hay nada más surrealista que el comunismo con sus utopías imposibles propias del onirismo y la fantasía, disfrazadas de realidades.
  • T.: Basta ver las pinturas de Miró, y especialmente las de Dalí, para darse cuenta qué es el surrealismo. Como esa del reloj que se derrite.
  • M.: Pero eso del candidato fantasma que fue Franco Parisi sobrepasa todo lo imaginable.
  • T.: No creas, los espectáculos ofrecidos por ciertos «honorables» al interior del Parlamento chileno, más cerca del circo que del trabajo legislativo, son también buenas expresiones de surrealismo. Aparición de brujas voladoras con capas moradas, faunos con alitas y hélices en la cabeza, corpóreos tipo Picachú en plenas sesiones, parecen sacados de los sueños más absurdos. Puro surrealismo…
  • M.: ¿Y qué me cuentas de esa Convención Constituyente? ¿Con enfermos imaginarios al más puro estilo de Molière? ¿O personajes que hablan diversas lenguas tipo Torres de Babel en discursos oficiales que casi nadie entiende? ¡Puro surrealismo!
  • T.: Amén de la trasformación del centro de Santiago en un bazar gigante al más puro estilo de Estambul…pero sin su historia ni la Santa Sofia, pero con la mayoría de sus olores…
  • M.: ¡Era tan lindo este país antes del 19.10.19! Posiblemente muchas cosas había que arreglar y suprimir algunos abusos, pero no hay necesidad de destruirlo todo para lograr esas mejoras. El millón y medio de inmigrantes que llegaron de golpe, engañados por políticas fantasiosas de que aquí iban a encontrar a la Virgen enrollada en un trapito, fueron también medidas surrealistas, lejanas a la realidad. Apenas nos podemos entre nosotros e íbamos a ser capaces de hacernos cargo de prácticamente un 10 % más de población de una. Y de pobres o arrancados de países que viven bajo gobiernos más surrealistas que el nuestro. Y ahora parece que quieren todos llegar a ser más pobres que ellos…¡el colmo del surrealismo! Te lo repito, una estupidez.
  • T.: ¡Te invito a volar hasta el cajón del Maipo! Vamos a disfrutar un rato de la brisa cordillerana, por acá Santiago se está volviendo cada día más tóxico. Vamos, sígueme…
  • M.: ¡Allá voy!