Comelibros 2023

Un año bastante leído. En enero comencé con Vivencia Vivida, una novela erótica pseudo autobiográfica de un escritor residente en Pucón: Juan Carlos Labarca. Pudo sacarle más provecho a este interesante tema para quienes les gusta el género. Para completar, siguiendo el impulso, Cuentos, Historias y Fábulas del Marqués de Sade, entretenidas y picantes. El mes terminó con Templarios, de José manuel Morales, con un interesante punto de vista al respecto. En febrero, seguí con este tema, Los Templarios y el Secreto de las Catedrales, de Mariano F, Urresti, un apasionante aproximación a su gran secreto. Marzo fue más clásico. Primero, con La Abadía de Northanger, de Jane Austen, una novela rosa del año 1800, juvenil. Luego Los Santos Inocentes, de Daniel Delibes, muy español, pero novedoso. En abril, las Memorias, de Napoleón Bonaparte, escritas por él mismo, fueron un documento necesario para quienes, como yo, admiramos su vida y obra. El Club de la Buena Estrella, de Amy Tan, con una entretenida historia de cuatro mujeres mayores chinas. Mayo comenzó con El Italiano, de Arturo Pérez Reverte, gran novela sobre un episodio bélico poco conocido de la II GM. Mayo y junio fueron meses de Fernando Villegas, con la Torre de Papel, interesante análisis sobre escritores y libros en su estilo, muy ilustrado e irónico. Julio César, orientado a los jóvenes, para acercarlos a este gran romano. Encontré demasiados errores de edición. Lástima. Al final, Envejezca o Muérase, sátira negra sobre la vejez. Una cínica manera de enfrentar el ocaso de la vida. En julio, Piel de Zapa, de Honorato de Balzac. Revisar un clásico de verdad es siempre conveniente para lectores de cierto nivel intelectual. Soon Come, de Hector Ducci Budge, un médico escritor que se luce con esta entretenida novela en Jamaica. Agosto comenzó con El Pintor de Batallas, de Arturo Pérez Reverte, novela dura, siniestra y cruel. Después Tsunami, de F. Villegas, interesante, pero otra vez con fallas en la impresión, ¿no hay revisión de maqueta, Fernando? Llegó a mis manos, en septiembre, Mansfield Park, de Jane Austen, con este drama familiar inglés del siglo XIX. En octubre, La Peste Blanca, de un antiguo colega pneumotisiólogo de Valparaíso, Juan Bombín Franco, fue una entretenida novela sobre la TBC en el Sanatorio San Roque. Cristián Gazmuri me ilustró de El «48» Chileno, documento histórico sobre la influencia de la Revolución de 1848 en Francia sobre igualitarios, reformistas, radicales, masones y bomberos en Chile. Pecado Papal, de Garry Willis, un interesante estudio sobre errores de Opio IX y la Iglesia de los siglos XIX-XX. Fabiola Leighton Cabrera con Rômbin, fue una novela familiar intensa y sufriente, un buen proyecto, pero no mucho más. Después, La Carta Esférica, otra vez A. Pérez Reverte, un autor preferido en mis lecturas, con esta novela trepidante, muy ilustrada y docta en su tema. La Historia Miente, de Erich von Däniken, otro aporte a lo desconocido según los puntos de vista de este autor. Ya cerré el año con La Quinta Mujer, de Henning Mankell, novela de crímenes al estilo sueco. Insurrección, de F. Villegas, abre una puerta hacia un futuro incierto de nuestro país, tema no resuelto. Robin Sharma, texto de autoayuda, valioso para entender el liderazgo, El Líder que no tenía Cargo. Terminé el año con la re-lectura de Origen, de Dan Brown. La había leído en 2017 y fue un agrado repasarla.

Hasta el próximo año, queridos lectores.

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