San Martín de los Andes: ciudad «boutique».

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Había estado en otras tres ocasiones en esta bella localidad del sur argentino. Pero nunca como en esta vez, durante una semana completa en un complejo vacacional: Villa Pirén. La experiencia es diferente, la nueva visión del lugar y su exploración más detallada van dando una renovada dimensión a su entorno turístico, realzando aún más las bellezas panorámicas que la rodean.
san-martin3San Martín de los Andes es una ciudad amable, cálida, acogedora. Calles amplias y cuidados jardines, llenos de rosas multicolores que van bordeando la vía, le entregan un aspecto que podríamos calificar como primoroso. Es gratificante sólo pasear por sus barrios, admirando las construcciones de piedra y madera, la armonía de la arquitectura tipo europea de montaña, sus tiendas con gran variedad de comercios y fina y abundante gastronomía. A ratos, nos recuerda un pequeño villorrio de un rincón de Suiza.

El orden, la limpieza, la tranquilidad de su atmósfera, así como la urbanidad, educación y respeto de sus habitantes, hacen grata la estadía de los visitantes, posibilitando la relajación y el descanso físico y espiritual, lejos del bullicio y apremios propios de una ciudad mayor, como es el caso de Temuco.

La oferta turística que es posible encontrar es impresionante. Hay más de 3.500 camas de albergue, muy numerosos restaurantes con todo tipo de comidas, confiterías, salones y casas de té, pizzerías, chocolaterías artesanales, heladerías, parrillas criollas, especialidades de ahumados regionales, como trucha, jabalí y ciervo.

lolog4De los muchos paseos posibles, fuimos al lago Lolog, distante 12 km por buen camino, con pequeña y hermosa playa solitaria en esta época; en las tres horas que estuvimos allí tomando sol y dándonos un remojón en las frías aguas del lago, una pareja de simpáticos perritos que se acercaron fue la única compañía. Sin contar a los pájaros propios del lugar, como aquella familia de bandurrias que se metía al agua para capear el calor, que ese día llegó a los 35 grados.

Navegar el lago Lácar en el catamarán Patagonia I es una experiencia recomendable. La cómoda embarcación, armada en los astilleros de Tigre en Buenos Aires, tiene una capacidad de 116 pasajeros. Primero hicimos escala en Quila Quina, balneario lacustre con playas, sitios de camping, senderos y caminatas, perteneciente al Parque Nacional Lanín, con hermosa cafetería. Seguimos luego a Puerto Chachín, donde hay que hacer una pequeña excursión ascendente hacia un cajón rocoso donde fluye el hermoso salto de agua conocido como cascada Chachín. Después fuimos hasta el extremo del lago, a la localidad de Hua Hum, puesto fronterizo con Chile, a sólo dos kilómetros del hito fronterizo. Este paso es el más bajo de toda la cordillera de Los Andes, solamente 600 metros patagonia1-2sobre el nivel del mar y está abierto todo el año. Su único inconveniente es que hay que navegar el lago Pirihueico en una barcaza que tiene un costo razonable, para llegar a Puerto Fuy y tomar el camino a Neltume y Panguipulli. La belleza del tramo lacustre compensa con creces esta relativa desventaja.

El paseo terminó con una visita a la isla de Santa Teresita, donde visitamos una pequeña ermita de Santa Teresa del Niño Jesús y la Santa Faz (o de Lisieux, Francia), erigida allí por un antiguo estanciero para sus trabajadores.

Subimos al cerro Chapelco, donde ya no había nieve, pero estaban preparando las actividades de verano, con escursiones y cabalgatas. Llegamos hasta un establecimiento de montaña llamado Los Techos, con una vista impresionante hacia los confines del lago.

crepusculoUn centro vacacional digno de visitar en otra ocasión será Villa Painén, frente a la concurrida playa de Catritre, con finas construcciones en piedra en medio de bosque nativo con añosos árboles y un Wine Bar enclavado en la cima de un promontorio desde donde se contempla el lago. Las pizzas aquí son de miedo.

Hay otros miradores más próximos a la ciudad, como el del Centenario, desde donde es posible disfrutar de una agradable velada de atardecer y tomar hermosas vistas del centro de la ciudad.

Seguramente quedan muchos otros atractivos por descubrir en este agradable lugar. Ya lo haremos en futuras vacaciones. Y ahora, seguiré disfrutando de los exquisitos chocolates verdaderamente caseros de La Vieja Aldea.

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